jueves, 3 de febrero de 2011

Historias de Baco, II


De borracheras históricas

Según la Biblia, la primera borrachera de la historia la protagonizó Noé. Después del Diluvio, dice el Génesis, “Noé se dedicó a la labranza y plantó una viña. Bebió del vino, se embriagó y quedó desnudo en medio de su tienda” (Génesis, IX, 20, 21). Su hijo Cam, lo encontró en este estado y corrió a avisar a sus hermanos Sem y Jafet, quienes avanzando de espaldas, para no ver la desnudez de su padre, lo cubrieron y (se supone) lo mandaron a dormir su borrachera inaugural.

Otra borrachera famosa inscripta en los libros es la del cíclope Polifemo. Cuenta Homero en la Odisea (Canto IX, vs. 345 y ss.) que Ulises, preso del gigante, ideó para escaparse la siguiente estratagema: le convidó el vino que le había regalado Marón, un vino tan fuerte que no podía tomarse puro. Una vez borracho y dormido Polifemo, Ulises y sus hombres le quemaron su único ojo con un palo afilado y a la mañana siguiente huyeron, aprovechando la ceguera del gigante.

Hasta aquí, los casos citados han terminado más bien infaustamente. Sin embargo, existen borracheras felices. Testimonio de ello es, por excelencia, la que registra la leyenda persa del origen del vino. Jashmid, un rey enamorado de la vid y su fruto, guardaba uvas de diversas variedades en ánforas distribuidas en las habitaciones más frescas de su palacio. Al reventarse las uvas de ciertas ánforas, escurría entonces un líquido espeso cuyo olor fuerte les hizo creer (a él y a sus súbditos) que ese líquido era venenoso.

En cierta ocasión, una de las cortesanas, que había perdido el favoritismo del rey, ingresó en una de esas habitaciones e intentó suicidarse bebiendo del extraño líquido. Entonces sintió cómo sus piernas temblaban y la cabeza le daba vueltas, presa de una singular excitación. Llenó una vasija y se dirigió a las habitaciones del rey, a quien convidó con el elixir maravilloso. La leyenda nos dice que rieron, bailaron y se amaron, y la cortesana recuperó para siempre los favores del rey Jashmid.

Así, la humanidad fue beneficiada con un don preciadísimo: el vino. Si hemos de creer entonces en la leyenda, Jashmid y la cortesana (cuyo nombre se ha perdido para siempre) son nuestros eternos bienhechores.

Muchas y pintorescas (a veces trágicas) son las borracheras de vino que registran los libros y las lenguas: desde la citada original de Noé, hasta la de su descendiente Lot, a quienes emborracharon sus hijas, luego de la destrucción de Sodoma y Gomorra, para acostarse con él y preservar su raza; desde la mítica de Heracles, que se hizo convidar el vino de Dioniso, antes de matar a diez centauros, hasta la borrachera épica, solitaria, triste y final de Poe, la que lo arrastró hasta el oscuro callejón donde encontró la muerte.

El negro Dolina escribió que el catálogo es un género de cuya lectura se sale menos sabio que aburrido. Ojalá, lector, que estas líneas hayan sido una esforzada excepción a esa regla.

Salud.

Diego Reis, Publicado en www.fruticulturasur.com.ar, 10 de Febrero de 2009
Foto: Matías Caipillán

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