jueves, 3 de febrero de 2011

La continuidad del después


Uno de mis juegos favoritos consistió siempre en esto: en desconocer.

Me despierto a la mañana y juego a que desconozco el cuarto donde estoy, y después, gradualmente, el techo, la alfombra, el pasillo, el baño, mi cara en el espejo.

Lo mismo sucede con mi casa en general, mi patio, mi jardín, mi trabajo. Camino por la ciudad como si yo fuese un recién llegado. Miro a mis hijos (son tres) haciéndome creer que no conozco sus nombres. Hago el amor con mi mujer como si fuese una desconocida. Así, voy enajenándome sin querer (o acaso, con la secreta intención de querer).

Sospecho que llegará un día en el que verdaderamente dejaré de reconocer, de reconocerlos y de reconocerme. Llegado ese punto inevitable, intuyo que comenzaré otro juego, el juego inverso, necesario, a saber: jugar a conocer.

Hacer de cuenta que conoceré esa vida, la vida del hombre cuyo rostro desconocido me devolverá el espejo. Jugaré ese juego hasta el final, supongo.

Hasta que un día perdido entre los días recupere la memoria de mi yo, mi verdadero yo, la memoria original de ese hombre que he dejado de ser hace tiempo, alguno de esos días perdido entre los días.


Diego Reis, de "Las nubes del génesis".

Presentado en el encuentro "Espacio en Fuga" 30º Edición, Noviembre 2010, Villa La Angostura.

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