jueves, 3 de febrero de 2011

Para las casas



Estos son textos que he escrito en el decurso de los últimos diez años, en (y para) tres ciudades, que han sido también mis casas.
Para General Roca, Bahía Blanca, Villa La Angostura. Para esas casas.

1.
En el principio de los tiempos
Dios estaba cerca
y hablaba con el hombre
cara a cara.

Después se alejó
y comenzó a gritar.

Ahora escuchamos
apenas
los ecos de su voz:
la voz de un dios
que está en otro cielo
y que habla solo.


2.
De todas las soledades
posibles, la peor
es la soledad
de una mujer ausente.

Y de todos los silencios
que existen, el más hondo
es el de su nombre.

Nada más triste, entonces
que el llanto
que engendran
esa soledad y ese silencio:
el llanto más antiguo del mundo,
el llanto original,
el llanto del solo y silencioso Adán
en el paraíso imperfecto.


3.
Cuando estoy solo
el universo se descompone ante mis ojos
en una infinidad de partes
y cada una de esas partes
se multiplica sin fin a sí misma

uno por uno es siempre uno.


4.
Hay otro yo
que mide estas palabras
(unívoco, tirano y subalterno).

Prisionero
de mí mismo
es este yo.


5.
Más recreador
que creador
más que constructor
deconstructor
y más que todo eso
autodeconstructor

en este bosque sin árboles
la luz no me deja ver el sol.



6.
Mi cuerpo es testigo de mi mente.
Mi mente, testigo de mi cuerpo.
Se atestiguan mutuamente.
Se dan fe.


7.
No tengo tiempo.
Vivo como un animal.
Lo prefiero así.


8.
Primero,
crecemos
odiando lo antiguo;
y luego envejecemos
amando las llanuras
que deseábamos poblar,
las ciudades
que anhelábamos destruír.


9.
Crear es recrearse.
Ciudades, canales, puentes:
llamamos poesía
a nuestro afán de construír.

La verdad mata a veces
y a veces la ignorancia
siembra y hace crecer.

Hipótesis,
refutaciones,
superstición y fórmula,
vindicaciones y cábalas:
llamamos poesía
a nuestro derecho a ignorar.

Poesía es no saber.


10.
Hay estrellas que han muerto
pero que aún vemos
porque su luz,
póstuma, diferida,
sigue viajando en el tiempo.

Así siento
tu voz y tu calor,
a veces, todavía,
en noches de honda soledad cósmica.


11.
La quietud y al soledad oculta
de la lluvia,
la infidelidad proverbial
del pan y del sol,
el recuerdo perverso
y tu ignorado rostro mañana.

Las palabras no alcanzan.
Los días y las noches son largos.


12.
Cuando estoy triste
prefiero
los atardeceres cortos.


13.
Siete palabras
pueden nombrar lo eterno.
He fracasado.


14.
La eternidad
es tu cuerpo sin alas
bajo las sábanas.

Para nombrar la eternidad
me basta
una sola palabra.

Tu nombre,
que siembro en silencio
en los infinitos patios de mi memoria.


Diego Reis, varios de estos textos fueron publicados en la revista "Desde el andén", N°7, Invierno 2008.
Fotos: Emiliano Alonso.

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